Viendo lo invisible

“Porque por fe andamos, no por vista.”
— 2 Corintios 5:7 (RVR1960)

Ver, vivir y sentir son parte esencial de nuestra existencia diaria. Nos guiamos por lo que observamos, analizamos las circunstancias y tomamos decisiones basados en lo visible. Sin embargo, la vida cristiana nos llama a ir más allá de lo que percibimos con nuestros sentidos. La fe no es un sustituto de la razón, sino una dimensión superior que nos conecta con lo eterno, con lo que no se ve pero es tan real como el mundo físico.

Vivir solo por lo que vemos nos hace prudentes y precavidos, pero vivir por fe nos impulsa a creer en lo que parece imposible, a esperar aun cuando la lógica falla y a caminar aun cuando el terreno es incierto. El creyente está llamado a moverse en ambas dimensiones: la realidad visible y el mundo espiritual. No están en conflicto, sino que se complementan, porque Dios nos ha dado sentidos para el mundo natural y fe para el mundo espiritual.

Vivir por fe es reconocer que el favor de Dios está sobre nuestra vida, aunque no siempre podamos verlo. Es estar conscientes de que la gracia de Dios abre caminos donde no los hay, y que, aun en medio de la incertidumbre, Su mano nos sostiene. El apóstol Pablo nos recuerda que nuestra verdadera seguridad no depende de las circunstancias externas, sino de la fidelidad de Dios.

La fe nos permite ver lo invisible, abrazar las promesas de Dios antes de que se cumplan, y caminar con confianza porque sabemos en quién hemos creído. Por eso, como creyentes, aprendamos a vivir en esa doble realidad: viendo lo visible con responsabilidad, pero avanzando con fe, creyendo en lo imposible y confiando siempre en la gracia del Señor.

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