Jack W. Hayford

La Palabra de Dios ha sido revelada en las Escrituras y en su Hijo encarnado, Jesús, al describir la importancia de las Escrituras eternas dijo: «No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mt 4.4). También recomendó escrudiñar con constancia la Palabra de Dios: «Escudriñad las Escrituras… ellas dan testimonio de mí». No hay salud ni crecimiento en la vida cristiana si no se establece claramente la prioridad de la Biblia en la vida individual y colectiva. Las Escrituras son la norma definitiva de nuestra fe, moral y práctica cotidiana, y el alimento para nuestro crecimiento en fe, santidad y servicio efectivo. El Espíritu Santo que nos llena es la misma Persona que nos ha dado este libro para nuestra guía y sostén. El autor de este estudio ha comprobado el equilibrio que trae la Biblia en su vida, en su propia experiencia, su ministerio educativo y su liderazgo.

La inspiración divina de la Biblia, LA PALABRA DE DIOS. La autoridad absoluta de la Biblia sobre nuestras vidas está basada en nuestra convicción de que este libro no contiene meramente la Palabra de Dios, sino que es la Palabra de Dios, en su totalidad y en cada una de sus partes. Este texto da testimonio de ello, y describe el significado real de esta inspiración (aliento de vida): 1) Es la Palabra del Espíritu Santo. Theopneustos (griego), traducido por «inspiración de Dios», literalmente significa «aliento divino». Describe la fuente de donde procede toda la Biblia (esto es, «toda la Escritura»), como algo que trasciende la inspiración humana.

La Biblia no es el producto de una elevada conciencia humana o un iluminado intelecto, sino que es directamente «inspirada» por Dios mismo. 2) En 2 Pedro 1.20, 21 se explica esta verdad, y se agrega que nada del mensaje de las Escrituras nace de la opinión privada o particular del escritor (v. 20), y que cada escritor que participó en la producción de las Sagradas Escrituras fue «movido por» (literalmente «llevado, conducido») el Espíritu Santo. Esto, sin embargo, no significa que los escritores fueran utilizados por Dios para escribir como autómatas, sin su participación consciente. Dios no pasa por encima de aquellos dones del intelecto y la sensibilidad que ha dado a sus criaturas. (Mantente alerta y advertido en todos los casos en que ciertos individuos reclaman escribir «automáticamente» cualquier cosa, en cualquier tiempo, por cuanto el Espíritu Santo nunca funciona de esa manera.) 3)

En 1 Corintios 2.10–13 se abunda en torno a este proceso mediante el cual fue dispensada la revelación del Espíritu Santo. El versículo 13 dice que aun las palabras que se usaron en la redacción de la Biblia (no tan solo las ideas), fueron inspiradas por el Espíritu Santo, quien movió a los autores respectivos a escribir, «acomodando lo espiritual a lo espiritual» (literalmente «acomodando palabras espirituales a ideas espirituales»). Este punto de vista bíblico sobre el origen de la Biblia se conoce como la inspiración verbal plenaria de las Escrituras, lo cual significa que cada palabra ha sido inspirada por el Espíritu Santo de Dios.

La completa integridad de la Biblia. LA PALABRA DE DIOS. El que se mencione que «la ley de Jehová es perfecta», constituye una referencia directa a la absoluta, completa e indudable integridad de las Sagradas Escrituras. La Palabra de Dios es perfecta en su certeza y segura en su confiabilidad.

Generalmente se utilizan dos términos para describir estos aspectos de la Palabra de Dios: 1) Inerrable (perfecta), lo cual significa que en las copias originales escritas por el autor o autores de cada manuscrito, de cada uno de los libros de la Biblia, nada ha sido afectado por el error. (Además, la excelente protección de las Escrituras a través de los siglos nos asegura que las copias llegadas a nuestros días reproducen esencialmente los originales. Aún los críticos literarios que no reclaman fe en la verdad de la Biblia, testifican que, debido a haber permanecido inalterable y exacta, esta es la obra más confiable de las transmitidas desde la antigüedad.)

2) Infalible se refiere al hecho de que la Biblia no falla como guía absolutamente confiable para nuestra fe (creencia en Dios) y práctica (vida y comportamiento). Ello se debe a que Dios es fiel (Jn 3.33; 17.3), su Palabra veraz (Jn 17.17) y no puede mentir (Nm 23.19; Tit 1.2; Heb 6.18).

El contenido de la Palabra de Dios está completo, LA PALABRA DE DIOS. La palabra «canon» es el término usado para describir el número completo de los libros de la Biblia; el canon cerrado de los 66 libros de las Sagradas Escrituras. Proviene de antiguas palabras que significaban «vara de medir», y se aplica aquí a fin de designar a aquellos libros que llenan los requisitos para ser reconocidos como de inspiración divina.

La Biblia nos advierte contra el intento de sustraer o añadir de su contenido. Justo al final de la Biblia, en Apocalipsis 22.18, e inspirada en la providencia y la sabiduría de Dios, hallamos una afirmación concluyente en cuanto a esto. Aunque se refiere directamente al libro de Apocalipsis, la mayoría de los eruditos bíblicos dicen al respecto: «Añada o sustraiga de la Biblia bajo su propio riesgo». (Un clásico estudio acerca del juicio por «quitarle» a la Palabra de Dios puede leerse en Jer 36.20–32).

Sobre este tema debemos tener en cuenta lo siguiente: Cuando nos referimos a la «revelación de las Escrituras», es importante que distingamos el orden ya consumado de la revelación divina de cualquier otro uso del término revelación, sin importar cuan sagrado sea. Hay muchos hoy día que no conocen la diferencia entre una «revelación» (el conocimiento o la idea que puede provenir de Dios, de otro ser humano o del diablo) y la revelación de Dios, la cual se encuentra en el canon cerrado de las Escrituras.

Debido a que hay muchos libros que afirman ser inspirados divinamente, una actitud ingenua hacia ellos puede resultar en confusión y una posible destrucción. Es interesante notar que aun en tiempos de Jesús varios libros, considerados todavía hoy por algunos como parte del Antiguo Testamento, ya existían. Sin embargo, en ninguna de las 64 ocasiones en que Jesús cita el Antiguo Testamento se mencionan estos libros. La Biblia es completamente confiable, está completa, y basta para responder completamente cualquier cosa que necesitemos conocer sobre la salvación eterna o la sabiduría práctica en torno a nuestras relaciones, la moral, el carácter o la conducta a seguir.

Jesús y las Sagradas Escrituras, LA PALABRA DE DIOS. Como Rey resucitado, el Mesías de Dios y nuestro Salvador, nuestro Señor Jesucristo nos ha dado algunas de las más importantes enseñanzas sobre la autoridad y la naturaleza de la Palabra de Dios. 1) Jesús confirma la verdad de que cada palabra de las Escrituras ha sido dada por Dios. Llega hasta hacer una referencia directa a la letra más diminuta («jota», literalmente yod, que es la contraparte hebrea a nuestra letra «i» o «j»), y el signo más pequeño de puntuación, la «tilde». No hay qué discutir: Jesús creía en la inspiración plena de la Biblia y así lo enseñaba: que toda palabra es inspirada por Dios (véase 2 Ti 3.16). 2) Jesús también sostiene que toda verdad que la Biblia enseña es inviolable.

En Mateo 5.17–19, el Señor insiste en que cualquiera que enseñe algo contrario a la Escritura no está en armonía con el orden de su reino. 3) Jesús da testimonio de la indisolubilidad de las Escrituras (Jn 10.35).

Cuando dice «la Escritura no puede ser quebrantada», Él literalmente está describiendo la absoluta inviolabilidad de la Palabra de Dios, desde el lado del hombre (no traten de minimizar su verdad o sentido), y la total garantía de ella por el lado de Dios (Él la mantendrá en alto; su Palabra no será anulada o conmovida).

Mateo 24.35 es el versículo más citado en este respecto: ¡Toda la creación puede desaparecer, pero la Palabra de Dios permanecerá para siempre! 4) Jesús afirma la credibilidad del AT en general (Jn 5.39), pero también de los milagros que allí se relatan, los cuales no consideró creencias supersticiosamente sustentadas, toleradas por Él entre aquellos a quienes se dirigió. Más bien, Jesús fue la Verdad Encarnada; y como la personificación de la verdad, su testimonio es decisivo. Nótese que Jesús creyó en los relatos bíblicos de: (a) Adán y Eva como la primera pareja (Mt 19.4, 5); (b) la destrucción literal de Sodoma y Gomorra (Mc 6.11; Lc 17.29, 30); (c) la realidad de Noé y el diluvio (Mt 24.37, 38); (d) la veracidad y confiabilidad de la profecía de Daniel (Mt 24.15); (e) la historia de Jonás y el gran pez (Mt 12.39, 40); y (f) el milagro del maná, así como otros prodigios ocurridos durante la travesía por el desierto en tiempo de Moisés (Jn 3.14; 6.31, 32). Por último, 5) Jesús predijo y autorizó las Escrituras del NT. En Juan 14.26 y 16.12, 13, indicó que el ministerio venidero del Espíritu Santo traería a la mente de los apóstoles las cosas que después deberían escribirse o registrarse. Su anticipación de ese ministerio no solamente confirma esa faceta de la misión apostólica, sino que también indirectamente afecta el canon de las Escrituras, después de que se completara esta tarea. (Véase el artículo sobre Pr 30.5, 6.)

Cómo debe ser ministrada la Palabra de Dios, LA PALABRA DE DIOS. Creer en la veracidad de la Palabra de Dios no es garantía de que ministraremos esa verdad en el Espíritu de Dios. En Efesios 4.15 se describe el crecimiento y la madurez en el cuerpo de Cristo como algo relacionado con nuestro hablar «la verdad en amor».

En las palabras de 2 Corintios 3.6, el apóstol Pablo advierte acerca del peligro de que la Palabra de Dios sea ministrada literalmente, y no como palabra vivificante. No necesitamos preguntarnos si esto es posible, siendo el Espíritu de Verdad (1 Jn 4.6) y el Espíritu de Vida (Ro 8.2) el mismo: ¡el Espíritu Santo! Al combinarlos, siempre se pondrán de manifiesto tres cosas: 1) Ser fieles a la hora de «usar bien»la palabra de verdad (2 Ti 2.15). «Que usa bien la palabra de verdad», significa poner la verdad en primer lugar.

(Nunca fue la intención de este versículo «dividir» la Palabra por segmentos, sino más bien abordar de forma directa e inmediata toda la verdad y hacerle frente a todas sus implicaciones.) 2) Una presencia constante de amor, aun en las manifestaciones más exigentes de corrección o juicio. En el texto arriba (2 Co 3.6; Ef 4.15) ya lo hemos discutido, pero las tendencias humanas necesitan de este recordatorio.

Un sentido de urgencia puede acompañar a nuestro mensaje, y una infusión de pasión, a esa entrega de nuestro mensaje: pero enojo, impaciencia e irritación no proceden del Espíritu de vida, por más que sea literalmente exacta la interpretación de la Biblia o la predicación que se haga de ella. 3) Esperar las señales que siguen a la predicación de la Palabra de Dios. Jesús prometió esto, y la iglesia primitiva lo experimentó en sus comienzos (Mc 16.15–20); Pablo lo describe como norma de su ministerio (1 Co 2.1–5; 1 Ts 1.5); y la epístola a los Hebreos lo endosa como parte de «una salvación tan grande» (Heb 2.1–4).

Esta última referencia muestra que la confirmación de la Palabra de Dios, con señales y prodigios, no solamente verifica la presencia viva de Cristo allí donde se predica su evangelio, sino que también nos advierte contra el alejarnos de la nueva vida, a la cual todos hemos sido llamados. (2 Co 3.6, Lc 16.18, Pr 30.9, Sal 19.7, 2 Ti 3.16)

Jack W. Hayford

Biblia Plenitud : La Biblia De Estudio Que Le Ayudara a Comprender a Aplicar La Plenitud Del Espiritu Santo En Su Diario Vivir. electronic ed. Nashville : Editorial Caribe, 2000, c1994, S.

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