Dios nos ama incondicionalmente y nos ofrece un regalo precioso: la vida eterna. Esta promesa de vida eterna se encuentra en la Biblia, en Juan 3:16, donde dice: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, sino que tenga vida eterna.”

Esta es una promesa que nos da esperanza y nos recuerda que nuestra vida no termina en este mundo terrenal. Dios ha preparado un lugar maravilloso para aquellos que creen en él y en su hijo Jesucristo. En Juan 14:2-3, Jesús nos dice: “En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.”

La vida eterna no solo es la promesa de un lugar hermoso en la presencia de Dios, sino que también es la garantía de que estaremos libres del sufrimiento y de la muerte. En Apocalipsis 21:4 se nos dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron.”

Así que, queridos amigos, no importa cómo esté nuestra vida en este momento, podemos tener esperanza y consuelo en la promesa de la vida eterna que Dios nos ofrece. Aprovechemos esta oportunidad de aceptar a Jesús como nuestro salvador y vivir en su amor y en su gracia, para que un día podamos gozar de la vida eterna en su presencia.

“Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23)

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