Piccardo, Horacio R
La comunicación es una ciencia y un arte. Y en el mundo globalizado actual las comunicaciones juegan un rol preponderante. De hecho, no existiría globalización sin comunicaciones. O dicho de otra forma, el “latido de corazón” de la globalización son las comunicaciones. Y más allá de los males que a muchos pueblos ha conllevado la globalización (analfabetismo, pobreza, desocupación, etc.), no podemos negar que las comunicaciones son claves para la vida. Y este concepto “vida” no se restringe a políticas internacionales actuales, sino al sentido más amplio del término.
La persona misma, y aun organismos biológicos más simples, dependen de las comunicaciones internas y con el exterior. De hecho la muerte, bíblicamente hablando, es la separación del medio circundante. Es decir, la persona muerta carece de la habilidad o posibilidad de comunicarse con el medio circundante, al tiempo que tampoco tiene comunicación interna: el cerebro ha dejado de dar señales y recibir estímulos. Hay un corte en las comunicaciones.
El hombre en pecado está incomunicado con Dios. El pecado ha formado una barrera infranqueable por medios humanos, que sólo es removida por la obra vicaria de Cristo y nuestra aceptación de la misma. Recién entonces la comunicación, el diálogo se reestablece entre el hombre y su Creador.
Así vemos que las comunicaciones no son algo sólo de fines del siglo XX. Pero sí es cierto que este siglo, como el presente, ha sido llamado el “siglo de las comunicaciones”, porque el hombre revaloró su importancia y su estudio. Hoy en diversas partes del mundo hay carreras universitarias dedicadas exclusivamente al estudio de las comunicaciones: licenciado en comunicaciones, ingeniero electrónico especializado en comunicaciones, etc. El mundo ha revalorizado las comunicaciones, y no es para menos. Así como hemos observado que el ser biológico sin comunicaciones internas y externas está muerto, la persona que tiene deficiencias en comunicarse no va a disfrutar el potencial que los medios actuales pueden brindarle, y en consecuencia, va a correr en sustancial desventaja con los otros que sí pueden hacerlo.
La iglesia no está ajena al tema de las comunicaciones. La Biblia habla constantemente de las mismas, desde Génesis hasta Apocalipsis, siendo la Biblia misma un medio de comunicación. Dios se estuvo comunicando constantemente con el hombre y ha utilizado muchos medios: profetas, visiones, sueños, señales, palabras, escritos, ángeles, Dios mismo, Jesucristo (He. 1:1, 2). Y la iglesia ha revalorado últimamente las ciencias de la comunicación, desarrollando “teologías de las comunicaciones”. En años recientes han aparecido numerosas contribuciones para entender y mejorar esta disciplina entre los cristianos y afectar con el evangelio de Cristo al mundo que nos circunda.
En los tiempos de los apóstoles, el medio por excelencia era la “carta” o “epístola”, además de la exposición oral. Hoy esas formas se han reemplazado por el libro, algo más extenso. La forma escrita ha tenido un desarrollo vertiginoso desde la creación de la imprenta bendecida, sin lugar a dudas, al ser la Biblia el primer libro que empastaron los tipos móviles. Pero también tenemos que tener en cuenta que en aquel entonces el medio de comunicación eran las famosas carreteras romanas, merced a las cuales el evangelio tuvo una rápida expansión.
Pero el desarrollo de la tecnología favoreció al hombre con múltiples oportunidades adicionales para comunicarse: la prensa, la radio, el telégrafo, el teléfono, el cine, la televisión, el satélite, los videos, Internet, el DVD. Y creemos que en el futuro nuevas formas de comunicación serán disponibles para el hombre y, ciertamente, lo beneficiarán.
Ahora, es sabido que la introducción de ciertos elementos en la vida del hombre ha alterado la misma y de hecho redefinido, si se quiere, la sociedad. La revolucionaria tesis del sociólogo canadiense H. Marshall McLuhan, “el medio es el mensaje”, dio un giro en el estudio sociológico de las comunicaciones, lo cual nos debe despertar a nosotros como cristianos. Para poner un ejemplo: no es importante lo que se dice por TV, lo importante es tener el canal de TV.
Además de esto, los medios han generado una cultura: la cultura mediática, la cultura propia del medio, la que él mismo define, y el hombre se ha tenido que adaptar a la misma. Una suerte de esclavitud a la propia creación del medio. Por ejemplo, hoy la tecnología ha creado una cultura de pantalla. Todo está “pantallizado”. Como dijo recientemente el sociólogo catalán R. Gubern “la sociedad está hiperpantallizada”, con las consecuencias del caso. Pero si uno no se adapta a este medio de comunicación queda aislado.
Los medios de comunicación podemos decir que son producto de la inteligencia humana y significan un crecimiento en sus capacidades comunicativas. Dios había dicho al hombre “dominad la tierra”, entendiendo este mandamiento como la habilidad de poner a la creación al servicio del hombre. Así el hombre transformó el mundo por medio de las comunicaciones. Pero al mismo tiempo los medios son dones de Dios. Es así que el hombre debe administrar el mundo y su contenido. No es dueño y señor, sino sólo administrador. De modo que el hombre es copartícipe de Dios en la conducción de esta tarea. El hombre es responsable de llevar las condiciones de vida en el planeta a formas más humanas y las comunicaciones deben estar al servicio de humanizar al hombre. Pero la realidad del pecado ha hecho que los medios de comunicación lamentablemente puedan deshumanizarlo.
Es así que los medios de comunicación social no son neutrales: afectan la comunicación y el mensaje, más allá de las intenciones del comunicador. Son más que meros instrumentos; son extensiones del mismo ser humano para transformar a los usuarios. Así podemos decir que los medios de comunicación son una síntesis de tecnología con valores sociales, políticos y económicos.
El conocimiento de los medios de comunicación y su influencia es algo que es de fundamental importancia para el mundo cristiano. El mensaje debe ser comunicado; millones de personas aún no conocen la propuesta salvífica de Dios, su amor, su perdón. De modo que hay todo un potencial que la iglesia debe utilizar.
Por otro lado, en el plan redentor de Dios cabe la redención de los medios de comunicación. Sabemos que el pecado ha permeado en ellos y los medios en las manos de los hombres son capaces de lo mejor, como de lo peor. El hombre, con la asistencia divina, debe redimir los medios. Leemos al final del canon que los medios serán utilizados con fines realmente perversos: “Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritu inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.” (Ap. 16:13, 14). Más allá de la interpretación cabal del texto, podríamos ver en este texto la propaganda insistente, el croar constante de las ranas, comunicada mundialmente a los que manejan el mundo para unirse y reunirse contra Dios mismo.
Dios nos llama a redimir los medios y utilizarlos para la propagación del evangelio, para dar las buenas nuevas de salvación a millones de personas aún ignorantes del mismo o atadas a sistemas religiosos esclavizantes y enceguecedores. Gracias a Dios que muchos jóvenes se están comprometiendo en las diversas ramas de las comunicaciones y están invadiendo y transformando el mundo con el mensaje de salvación. Como nunca el evangelio está penetrando en áreas “prohibidas” al evangelismo tradicional y uno puede escuchar testimonios, que por obvias razones son anónimos, de personas en distintas latitudes, pero que para Dios sus nombres y apellidos están escritos en el libro de la vida.
Piccardo, Horacio R.: Introducción Al Cuerpo Epistolar Del Nuevo Testamento : Tomo 1. Buenos Aires, Argentina : Ediciones del Centro, 2006, S. 30